3 tips
Para no renunciar
En nuestro
servicio eclesial
Siempre se nos ha dicho que debemos seguir
adelante, que nuestra misión en la vida es avanzar, avanzar y avanzar. Sin
embargo al caminar nos damos cuenta que nada es tan fácil, que las
instrucciones no están tan claras y que nuestro ánimo no siempre es el mismo.
La gente nos desanima, la sociedad nos aplasta y nuestro organismo se enferma.
Seguir adelante es un deber pero ¿Cómo seguir cuando provoca renunciar? ¿Cómo
hacer para no dejarlo todo? ¿De dónde se sacan las fuerzas? He aquí tres
consejos útiles
La obra es de Dios
Lo primero que debemos entender es que toda
obra tiene en Dios su origen y su meta. Actuamos en él, por él y con él,
nuestro obrar es pues una continuación del obra de Dios, somos sus servidores, por
lo tanto basta con hacer bien lo que nos toca hacer y dejar el resto en las
manos de él.
En otras palabras, cuando trabajamos para
Dios, él siempre está cerca de nosotros, pero aun así sentimos la tentación de
la renuncia, no importa el trabajo que hagamos, desde el mas sencillo hasta el más
complejo; al final siempre sentimos que nadie valora lo que hacemos, que
nuestro cansancio es en vano, que todo es tiempo perdido, pero la verdad está
muy alejada de eso.
Como seres humanos somos incapaces de ver el
desenlace de todas las historia que convergen con la nuestras, es mas ni si
quiera sabemos en qué va a parar nuestra propia historia, somos hilos pequeños
en un gran telar y nuestra vista solo alcanza a ver unas pequeñas hebras; Dios
en cambio, lo ve todo. Eso que hace que tú ves insignificante, repetitivo y
monótono eso puede ser la parte mas esencial en la historia de uno de tus
hermanos.
Hace un tiempo me encontré con una señora de
apellido Pernia a la que le guardaba gran cariño pues era perteneciente a la
MISION APOSTOLICA DE SANTA LUCIA, quienes misionaron en mi pueblo en semana
santa de 1995, teníamos años sin vernos, unos 16 más o menos, al verme me
sonrió y me dio un gran abrazo y empezó a preguntarme que hacía y todas esas
cosas. Cuando le dije que ya era diacono, se alegró muchísimo y sus ojos
brillaron de manera especial. Luego me dijo: cuando hacíamos esas misiones como la de
la calceta donde los conocimos la gente nos decía que todo eso era una pérdida
de tiempo, que no valía la pena andar por ahí como locos, pero ahora al verte
sé que todo el esfuerzo valió la pena… seguimos hablando por un rato y
luego nos despedimos.
Ese día entendí que la obras siempre es de
Dios, el sabe porque nos envía, porque permite ciertas cosas. Quizás nosotros
no nos demos cuenta de todo el bien que Dios hizo a través de nuestras manos
pero debemos entender que es su obra no nuestra. No somos nosotros lo que
debemos ver los resultados, no es nuestro trabajo determinar si la gente
aprendió o no, si les sirvió o no. La obra es de él, nosotros somos simples
obreros. Haz tu parte, hazla bien. Hazla feliz y todo lo demás déjalo en las
manos de Dios.
Dios siempre está cerca
En segundo lugar se encuentra el terrible
peso de la soledad. Como humanos dependemos de nuestros sentidos para
relacionarnos con el mundo que nos rodea, tenemos ojos y queremos ver, tenemos
oídos y queremos oír, tenemos piel y queremos sentir, la realidad es que los
sentidos nos permiten conectarnos con el mundo, entonces pasa que, como obreros
de Dios queremos tener esa experiencia física de Dios, queremos verlo, oírlo,
sentirlo y nos damos cuenta que eso no ocurre.
Trabajamos por años sirviéndole y el siempre está
en silencio, el cura nos da las gracias, el obispo también, incluso hay algunos
que nos aplauden pero Dios permanece en silencio. Es ese silencio en el que
Dios habita lo que nos desequilibra, muchos piensan que porque no ven, porque
no sienten, porque no tocan entonces Dios no está y la verdad es totalmente
opuesta.
Dios siempre está cerca. Dios nunca abandona.
Pero el no es invasivo, el es sutil, el está cerca, siempre cerca, pero es más
que un sonido que se pueda oír, es más que una sensación que puedas sentir, el
mas que un objeto que puedas tocar.
El siempre está ahí, cerca de ti, alrededor
de ti. Pero el esta mas allá de lo que tus sentidos pueden percibir, el está
por encima de todo eso. Para poder seguir adelante tenemos que aprender a
descubrir a Dios con nuestro corazón no con nuestros sentidos. Creer no sentir.
Dios está, siempre está, el nunca se va de tu
lado. ¿Cómo podría irse si te ama tanto? Pero no lo puedes ver con tus ojos ni tocar
con tus manos, ni sentirlo en tu piel. A él hay que abrirle el corazón. Cuando
creas en tu corazón que él está contigo entonces no necesitaras de pruebas, no
precisaras de demostraciones porque él te habitara por completo. Él está en ti,
en el aire que respiras, en los arboles y en la creación, él está en tus
hermanos en tu familia y en tus seres queridos. El está en todos y en todo. No
puede estar lejos porque él es todo en todos.
Cuando sirves, cuando realizas un trabajo,
cuando amas, cuando te esfuerzas el está a tu lado, cuando caes, cuando pecas,
cuando te alejas, cuando te hundes en el abismo, él también está a tu lado,
Dios es tu padre, el nunca te abandona. Sólo debes creerlo en tu corazón. Si crees
veras la gloria de Dios.
Mantén la mirada fija en Jesús
Por último hemos de entender cuál es nuestra
meta, cuando nos preguntamos ¿Por qué hacemos esto? La respuesta debe ser clara
y concisa lo hago por amor a él (Jesús).
Jesús es el rostro visible de Dios invisible,
el es Dios-con-nosotros, el nos ha mostrado el camino, el nos ha dado el
itinerario. Cuando trabajamos para Dios, cuando nos esforzamos, cuando incluso
le damos nuestra vida, debemos saber que la meta es el cielo y que la
recompensa es habitar a su lado por años sin término.
Cuando trabajamos por reconocimiento, pera
que las gente nos vea, por ocupar un cargo o sentirnos importantes hemos
equivocado el camino y quizás es por eso que perdemos las ganas de seguir, pues
vamos en la dirección equivocada.
El servicio cristiano tiene como meta la
tierra prometida y todo lo que haces o dejas de hacer te aleja o te acerca a la
meta. Cristo es la meta, él ya ha llegado, él marcó el camino venciendo las
ataduras de la muerte. Si vas a hacer algo no pierdas de vista a Jesús, porque
es él quien ha de fortalecerte, es él quien ha de guiarte.
¿Nadie valora lo que haces? No fijes tu
mirada en ellos, mantén tu mirada en Jesús, para él todo lo que haces es
valioso por eso te escogió.
¿Nadie reconoce tu esfuerzo? Alégrate en el cielo
tu recompensa será gigante.
¿Tienes problemas, te va mal, estás enfermo,
no te alcanza el dinero? No te desanimes todo eso es pasajero lo único eterno
es Dios así que mantén tu mirada fija en él.
Los grandes Santos y mártires de nuestra
Iglesia son aquellos que aprendieron a mantener su mirada fija en Cristo, la
vida los golpeó, llegaron las tormentas, llegó la muerte y ellos marcharon en
paz, nada les preocupó, nada les intimidó, nada les robó la paz. Ellos tuvieron
su mirada fija en Jesús por eso nadie detuvo su marcha.
Para no renunciar pon tu mirada en él, no
renuncies sigue luchando y aun si caes el te levantara.
La tentación de renunciar es grande, pero el amor de Dios es aun más
grande, hunde tus raíces en Dios y ninguna tormenta lograra derribarte
Dios te bendiga
Paz y Bien
Diac Rafa
MUY BONITA REFLEXIONES
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