Grupos
juveniles
Qué gran
experiencia cristiana esa de haber participado en un grupo juvenil.
No es
fácil enfrentar la pubertad, la adolescencia, la juventud y los cambios que conlleva.
No es fácil dejar de ser niño y avanzar hacia a la edad adulta. Son cambios profundos no solo a nivel físico y
emocional sino también a nivel de fe, de creencia, de maduración, es una etapa
bastante frágil en nuestras vidas, es en ese momento donde terminamos de formar
nuestra identidad, y trazamos el camino hacia donde queremos ir.
Mi vida
cristiana empezó con el bautismo, pero mi vida de fe, de entrega, de compromiso
cristiano surgió unos 15 años después cuando conocí a una Iglesia joven que con
un mensaje claro, conciso, alegre y llevado con entusiasmo: Cristo está vivo, y te ama.
Ya han
pasado 22 años desde aquel día, pero sé que todo cuanto soy en la vida
cristiana se los debo a aquellos jóvenes que encausaron mi juventud hacia Cristo.
Ellos sin saberlo me dieron más de lo que nadie me había dado, dieron sentido y
dirección a mi vida, no solo hablo de fe, hablo del amor de una familia, de
amigos que se vuelven hermanos, del fermento de una nueva vida, que me hizo ver
mas allá de lo que jamás había pensado, pues con ellos descubrí que el cielo es
real y que Dios quería que yo estuviera ahí con él. Estas son las 3 cosas que encontré
en mi grupo juvenil.
El
calor de una familia
Cuando
se es adolescente uno tiene la sensación de no encajar en ningún lado, todo nos
molesta, todo nos hace reaccionar mal y en muchos de los casos nos sentimos
solos, incomprendidos y rechazados, demasiados jóvenes para ser adultos;
demasiado grandes para ser niños. En este espacio existencial nos volvemos
presa fácil de todo aquel que quiera manipularnos porque somos tan inestables
emocionalmente y muchas veces no sabemos ni a donde vamos ni porque.
A nuestras
familias en su mayoría, les cuesta entender o tratar con los adolescentes, quizá
porque no saben cómo lidiarlos, porque están ocupados o porque simplemente sus
experiencias fueron tan pobres que no saben cómo enfrentarlos y prefieren
alejarse antes que involucrarse. La adolescencia es la edad de las pandillas,
de las malas juntas, de los errores, de las locuras y en medio de la oscuridad
de esa noche en nuestra vidas los grupos juveniles católicos se vuelven esa
familia que acoge, que ama, que protege, que educa, que no tiene miedo a
afrentarse a los problemas y a enfrentarlos, que no teme dar herramientas, que
no teme asignar responsabilidades.
Esa iglesia
joven, fue la que hizo de mí quien soy, y sé por experiencia que su labor no
solo es importante sino que también es necesaria.
Los grupos
juveniles deben ser las familias que brindan calor a los jóvenes, entendiendo
que atraviesan una de las etapas más duras, deben amar sí, pero también cultivar
la responsabilidad, el respeto y la fe. Un grupo juvenil donde no se cultiven
valores es simplemente una banda de jovencitos que tarde o temprano meterá la
pata. Hace falta que el joven se sienta en familia, pero que también sienta que
se les confían responsabilidades, se les acepta y se les trata con cariño pero también
se les dan herramienta para crecer
La hermandad
de los amigos
La
amistad es sin duda alguna un elemento unificador en los grupos juveniles, pero
debe ahondar más que el simple chalequeo entre lo que son de la misma edad,
debe ir profundizando los lazos de la amistad hasta convertirla en fraternidad. El joven necesita saber que los demás
quieren ser su amigo y que les ofrezcan una amistad sincera y perdurable, pero
que al mismo tiempo sientan que eso que se les acercan y lo quieren guiar y
acompañar son hermanos en Cristo, Jesús el hermano mayor.
Esta hermandad
implica la comprensión. Todos los jóvenes pasan por momentos difíciles que los
adultos menosprecian, piensan que por el hecho de que ellos ya han atravesado
esa situación se trata de algo fácil y le restan importancia y olvidan que no
es lo mismo ver las llamas que caer en el fuego. Los grupos juveniles deben
luchar a diario por entender lo que viven los jóvenes, ponerse sus zapatos,
bajar a donde ellos se encuentran y desde ahí mostrarle una manera distinta de
hacer las cosas.
Los jóvenes
están cansados que se les mire desde arriba y con desprecio, ellos necesiten
alguien que descienda a su nivel y los escuche, los entienda y los levante, que
les haga sentir que sus problemas si son importantes y que pueden ser
resueltos, que existe alguien que se preocupa por ellos y los entiende porque también
es joven, porque sabe lo que se siente, porque es su hermano
El fermento
de la nueva vida
A los
jóvenes hay que hacerles sentir el calor y el afecto de una familia, hay que
tratarlos como amigos hasta el punto de volvernos hermanos pero si no se les
muestra a Cristo, si no se les habla del reino, si se les hace fijar la mirada
en el cielo habremos fallado como guías, como padres, como maestros, como sacerdotes,
como catequistas, como diáconos.
La diferencia
entra los clubes, las brigadas juveniles y los grupos juveniles de la iglesia radican
esencialmente en que en la iglesia a los jóvenes se les da el fermento de la
nueva vida; es decir el gran atractivo del grupo Juvenil siempre ha de ser Cristo.
Sin la personalidad atrayente de Cristo en medio del grupo juvenil. Sin su presencia
en las oraciones, en las Eucaristías, en los retiros la función esencial de los
grupos juveniles católicos se pierde y se vuelven un club más, que no genera
vida, que no genera más que amargas experiencias.
El secreto
está en saber sembrar la semilla, en hablarles de Dios, en llevarlos hacia él. No
basta decirle al joven que puede ser bueno, es necesario decirle que Dios puede
ayudarlo a ser bueno. No es suficiente decirle que se aleje de las drogas, es
necesario mostrarle a un Dios que le da una felicidad perdurable y verdadera, no
solo hay que tratarlos con amor hay que mostrarles que Dios es amor.
Qué bello
es un grupo juvenil, que te enseña a rezar, que te enseña a ir a misa, que te
lleva de misión, que te entiende y que sobre todas las cosas te muestra a Jesús.
Dios quiera
los grupos juveniles se multipliquen.
Soy lo
que soy gracias a mi grupo juvenil y mi mayor de deseo es que muchos jóvenes puedan
decir lo mismo. No es fácil nadar contra corriente, nos es fácil seguir a
Cristo y dejar lo mundano atrás. No es fácil, pero es posible.
Eso
lo aprendí en mi grupo juvenil.
Y como
dirían mis amigos y hermanos de aquella época
Por Cristo
Mas
Mas
Y más
Paz y
Bien
Diac
Rafa
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