lunes, 18 de abril de 2016

NACISTE PARA AMAR. CUENTO PRA REFLEXIONR



NACISTE PARA AMAR

Cierto hombre caminaba por una pequeña vereda que separaba su casa en el campo de la plantación en la cual trabajaba como lo hacía a diario. Siempre que pasaba debajo de un gran Samán se quedaba unos minutos bajo su gran sombra contemplando sus grandes ramas y disfrutando de la agradable sombra que aquel majestuoso árbol le brindaba pensando para si la dicha tan grande tendría si pudiera ser como aquel árbol. Con ese pensamiento en su mente se iba a la plantación donde trabajaba hasta que el sol había recorrido casi completamente el cielo. De vuelta a casa ya con el peso del trabajo del día sobre sus hombros volvía a pasar debajo del Samán  y apoyando su mano sobre el tronco suspiraba recordando su propia pequeñez delante de tanta grandeza.

Todos los días con una puntualidad ceremonial el hombre hacia las mismas dos parada una antes de trabajar y la otra de vuelta a casa. Siempre anhelando la suerte del árbol quien tan grande como era no sufría las penurias que él en cambio tenía que pasar a diario.

El árbol contemplaba al hombre, preocupado de verlo cada vez más triste a medida que pasaban los días. Deseando poder hacer algo para ayudarle. Un día decidió romper el silencio, ese silencio que las plantas juraron guardar a los hombres cuando estos empezaron a talar los bosques en los albores de la era humana.

Amigo mío, dijo y sus ramas se movieron en la copa de su fronda
El hombre se asusto mucho, y estuvo a punto de correr pues no sabía de dónde provenía aquella extraña voz.

No tienes nada que temer, soy yo, tu amigo el Samán
El hombre miro la parte alta del tronco del árbol justo por debajo de donde salían sus ramas y contemplo por vez primera el rostro del árbol que le miraba sonriente. Estoy loco pensó para sí y dio unos paso vacilantes hacia atrás con el firme propósito de echar a correr. Pero no lo hizo.
¿Qué te sucede amigo? Pregunto el árbol. Hace días que te veo cada vez más triste y de verdad estoy preocupado por ti. ¿Me puedes decir que es lo que te ocurre?

Es la vida, la que me tiene así
¿La vida? pregunto el árbol asombrado sin entender lo que el hombre quería decir.
La vida es cruel, injusta y dolorosa no hay un día en que no se sufra por una razón o por otra, cuando paso por aquí y te veo siento envida de ti. Tú eres grande y poderoso mientras que yo soy tan pequeño que no valgo nada y llevándose las manos a la cara el hombre empezó a llorar.

El árbol alargo una de sus ramas y la puso sobre el hombro de aquel hombre mientras le decía.
Amigo no te aflijas, ustedes los hombres no entienden su verdadera grandeza, se pasan la vida anhelando ser lo que no son. En vez de escuchar su corazón.

Eso lo dices porque eres grande, pero ¿yo?, que voy a ser grande yo.
¿A dónde vas cada vez que pasar por aquí pregunto el árbol?
A la plantación dijo el hombre
Pues ahí tienes, tú puedes ir y venir a donde te plazca mientras que nosotras las plantas no podemos movernos e donde estamos. El hombre guardo silencio mientras meditaba.
¿Cuándo regresas a dónde vas? Pregunto el árbol
Regreso a casa con mis hijos pues mi mujer murió hace unos años dijo al tiempo que las lágrimas lo embargaban.
¿Y ellos como t reciben pregunto nuevamente el árbol?
Bueno, respondió el hombre rascándose al cabeza, Juan el más pequeño me espera sentadito en la puerta y cuando me ve sale corriendo y me abraza y pregunta que le he traído. Aunque la mayoría de las veces no le llevo nada
Ves dijo el hombre ahí tienes do cosas que ustedes los hombre tienen con la quien nosotros no podemos ni soñar
¿Cuáles? Pregunto el hombre intrigado.
Pues enamorarse y tener hijos. Respondió el árbol. Como no podemos movernos nunca tenemos la oportunidad de acercarnos a otro árbol de nuestra especie y amarnos
Eso lo entiendo interrumpió el hombre, pero hijos si tienen y muchos.

Ciertamente los árboles lanzamos al mundo a muchas semillas que con suerte llegan a convertirse en árboles grandes y hermosos, pero casi nunca podemos verlos y jamás ellos podrán darnos un abrazo como lo hace tu hijo contigo, no los vemos crecer ni los protegemos como seguramente haces tú, pero no por eso estamos tristes. Nuestra misión en el mundo es crecer alto dar sombra frutos y hasta leña. Y eso hacemos aunque a veces eso nos cueste la vida.

Pero tú amigo Mío. No naciste para crecer como un árbol naciste para amar, de entre todos los seres ustedes tiene ese don único que los diferencia del resto. Tiene un corazón capaz de amar no solo de una forma sino de muchas y tú mismo eres el ejemplo de eso. Aun amas a tu esposa aunque ya no la ves, amas a tus hijos sin importar sus edades o sus diferencias amas tus amigos tu casa y hasta a tus mascotas. Ese es el sentido de tu vida amigo mío. Cierto es que la vida tiene problemas y dificultades pero cuando se tiene alguien por quien luchar, alguien que motiva tus esfuerzos entonces todo dolor, toda pena tiene sentido.

Recuerda amigo, tú no naciste para ser alcancía y guardar dinero, ni naciste para ser un almacén para guardar objetos y más objetos, ni naciste para ser joyería y tener montones y montones de joyas. Tu querido amigo naciste para amar.

El hombre se conmovió con lo que el árbol le dijo, y sentándose ahí por largo rato medito. Luego alzo la voz y dijo tienes razón si he de sufrir que sea por amor.
Y poniéndose de pie fue hasta el tronco viejo del árbol y le abrazo como nunca nadie lo había hecho sabiendo que aquel era un placer que los árboles pocas veces podían disfrutar, luego sin decir una sola palabra se marcho.

Luego de eso el árbol nunca más hablo al hombre, pero este ya había aprendido la lección, ponía amor a todo aquello cuanto hacia por mas agotador que esto fuera y por las tardes cuando volvía cansado de la plantación llegaba hasta el árbol, su gran amigo el Samán y lo abrazaba para luego caminar cansado pero contento a su casa donde Juan lo esperaba sentado en la puerta. 


DIAC. RAFAEL MARIN

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