NACISTE PARA AMAR
Cierto hombre caminaba por una pequeña vereda que separaba
su casa en el campo de la plantación en la cual trabajaba como lo hacía a
diario. Siempre que pasaba debajo de un gran Samán se quedaba unos minutos bajo
su gran sombra contemplando sus grandes ramas y disfrutando de la agradable
sombra que aquel majestuoso árbol le brindaba pensando para si la dicha tan
grande tendría si pudiera ser como aquel árbol. Con ese pensamiento en su mente
se iba a la plantación donde trabajaba hasta que el sol había recorrido casi
completamente el cielo. De vuelta a casa ya con el peso del trabajo del día
sobre sus hombros volvía a pasar debajo del Samán y apoyando su mano sobre el tronco suspiraba
recordando su propia pequeñez delante de tanta grandeza.
Todos los días con una puntualidad ceremonial el hombre
hacia las mismas dos parada una antes de trabajar y la otra de vuelta a casa.
Siempre anhelando la suerte del árbol quien tan grande como era no sufría las
penurias que él en cambio tenía que pasar a diario.
El árbol contemplaba al hombre, preocupado de verlo cada
vez más triste a medida que pasaban los días. Deseando poder hacer algo para
ayudarle. Un día decidió romper el silencio, ese silencio que las plantas
juraron guardar a los hombres cuando estos empezaron a talar los bosques en los
albores de la era humana.
Amigo mío, dijo y sus ramas se movieron en la copa de su
fronda
El
hombre se asusto mucho, y estuvo a punto de correr pues no sabía de dónde
provenía aquella extraña voz.
No tienes nada que temer, soy yo, tu amigo el Samán
El hombre miro la parte alta del tronco del árbol justo por
debajo de donde salían sus ramas y contemplo por vez primera el rostro del
árbol que le miraba sonriente. Estoy loco pensó para sí y dio unos paso
vacilantes hacia atrás con el firme propósito de echar a correr. Pero no lo
hizo.
¿Qué te sucede amigo? Pregunto el árbol. Hace días que te
veo cada vez más triste y de verdad estoy preocupado por ti. ¿Me puedes decir
que es lo que te ocurre?
Es
la vida, la que me tiene así
¿La vida? pregunto el árbol asombrado sin entender lo que
el hombre quería decir.
La vida es cruel, injusta y dolorosa no hay un día en que
no se sufra por una razón o por otra, cuando paso por aquí y te veo siento
envida de ti. Tú eres grande y poderoso mientras que yo soy tan pequeño que no
valgo nada y llevándose las manos a la cara el hombre empezó a llorar.
El árbol alargo una de sus ramas y la puso sobre el hombro
de aquel hombre mientras le decía.
Amigo no te aflijas, ustedes los hombres no entienden su
verdadera grandeza, se pasan la vida anhelando ser lo que no son. En vez de
escuchar su corazón.
Eso lo dices porque eres grande, pero ¿yo?, que voy a ser
grande yo.
¿A
dónde vas cada vez que pasar por aquí pregunto el árbol?
A la plantación dijo el hombre
Pues ahí tienes, tú puedes ir y venir a donde te plazca
mientras que nosotras las plantas no podemos movernos e donde estamos. El
hombre guardo silencio mientras meditaba.
¿Cuándo regresas a dónde vas? Pregunto el árbol
Regreso
a casa con mis hijos pues mi mujer murió hace unos años dijo al tiempo que las
lágrimas lo embargaban.
¿Y ellos como t reciben pregunto nuevamente el árbol?
Bueno,
respondió el hombre rascándose al cabeza, Juan el más pequeño me espera
sentadito en la puerta y cuando me ve sale corriendo y me abraza y pregunta que
le he traído. Aunque la mayoría de las veces no le llevo nada
Ves dijo el hombre ahí tienes do cosas que ustedes los
hombre tienen con la quien nosotros no podemos ni soñar
¿Cuáles? Pregunto el hombre intrigado.
Pues enamorarse y tener hijos. Respondió el árbol. Como no
podemos movernos nunca tenemos la oportunidad de acercarnos a otro árbol de
nuestra especie y amarnos
Eso lo entiendo interrumpió el hombre, pero hijos si tienen
y muchos.
Ciertamente
los árboles lanzamos al mundo a muchas semillas que con suerte llegan a
convertirse en árboles grandes y hermosos, pero casi nunca podemos verlos y
jamás ellos podrán darnos un abrazo como lo hace tu hijo contigo, no los vemos
crecer ni los protegemos como seguramente haces tú, pero no por eso estamos
tristes. Nuestra misión en el mundo es crecer alto dar sombra frutos y hasta
leña. Y eso hacemos aunque a veces eso nos cueste la vida.
Pero tú amigo Mío. No naciste para crecer como un árbol
naciste para amar, de entre todos los seres ustedes tiene ese don único que los
diferencia del resto. Tiene un corazón capaz de amar no solo de una forma sino
de muchas y tú mismo eres el ejemplo de eso. Aun amas a tu esposa aunque ya no
la ves, amas a tus hijos sin importar sus edades o sus diferencias amas tus
amigos tu casa y hasta a tus mascotas. Ese es el sentido de tu vida amigo mío.
Cierto es que la vida tiene problemas y dificultades pero cuando se tiene
alguien por quien luchar, alguien que motiva tus esfuerzos entonces todo dolor,
toda pena tiene sentido.
Recuerda amigo, tú no naciste para ser alcancía y guardar
dinero, ni naciste para ser un almacén para guardar objetos y más objetos, ni
naciste para ser joyería y tener montones y montones de joyas. Tu querido amigo
naciste para amar.
El hombre se conmovió con lo que el árbol le dijo, y
sentándose ahí por largo rato medito. Luego alzo la voz y dijo tienes razón si
he de sufrir que sea por amor.
Y
poniéndose de pie fue hasta el tronco viejo del árbol y le abrazo como nunca
nadie lo había hecho sabiendo que aquel era un placer que los árboles pocas
veces podían disfrutar, luego sin decir una sola palabra se marcho.
Luego de eso el árbol nunca más hablo al hombre, pero este
ya había aprendido la lección, ponía amor a todo aquello cuanto hacia por mas
agotador que esto fuera y por las tardes cuando volvía cansado de la plantación
llegaba hasta el árbol, su gran amigo el Samán y lo abrazaba para luego caminar
cansado pero contento a su casa donde Juan lo esperaba sentado en la puerta.
DIAC.
RAFAEL MARIN
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