Un discípulo, se hallaba en lo profundo del bosque
meditando muy consternado, por más que intentaba igualar a su maestro en
aquellas cualidades en la que este sobresalía siempre por alguna razón u otra
fracasaba y cometía u pequeño error que lo alejaba de aquella meta que se había
propuesto de llegar a ser como él. Desde que había comando a seguirle había
admirado la paciencia y sabiduría la confianza en sí mismo y la valentía que
mostraba el maestro de modo que mientras más le conocía, mas quería igualarle
pues esta casi seguro que superarle estaba muy por encima de sus propias
fuerzas.
Día a día se despertaba con la misma intención en su
corazón: ser como él se afanaba en sus deberes escuchaba y meditaba atentamente
todas y cada una de sus enseñanzas y las ponía en práctica, pero veía con dolor
como el sueño de ser como él se le escapaba de las manos como el agua que se
desliza entre los dedos. Esto le causaba una pena terrible pues no quería otra
cosa no anhelaba nada más que ser como él. Lo quien le llevo a sentirse triste
y frustrado de modo que aquella alegría inicial con la que había iniciado su
acompañamiento se fue apagando con el pasar de los meses.
Diariamente se levantaba y hacia todo cuanto debía hacer,
cumplía con sus deberes escuchaba atentamente
luego meditaba las enseñanzas de su maestro e intentaba hacerlas vida
pero con el triste convencimiento de que jamás seria como él, de modo que tan
pronto terminaba su deber se marchaba al interior de bosque a lamentarse porque
no tenía manera de ser como su maestro.
Estando sentado allí en medio del bosque regodeándose de su
propio dolor el maestro que había notado aquel cambio sustancial en él se le
acerco.
-
Hijo mío, dijo y sus palabras
hicieron saltar al joven discípulo ¿qué haces aquí en la soledad de este
bosque?
-
Meditando se apresuro a responder
el joven
-
Bien dijo el maestro, y a que se
deben esas lágrimas dijo al ver en el rostro de joven las claras huellas del
dolor interno que salían a la superficie.
-
Eh, el joven intento decir algo
pero no pudo, no podía mentirle a su maestro eso solo le hundiría más pues
comprobaría lo que tanto había temido: nunca podría ser como él. De modo que no
dijo nada y llevándose las manos al rostro lloro amargamente.
El maestro le dejo desahogarse todo el tiempo que quiso
hasta que el muchacho por fin levanto la cabeza y dijo:
-
Desde que decidí ser su discípulo
he tenido una sola idea en la mente y en el corazón y ese es ser como usted
tener su paciencia, su sabiduría y todas esas cualidades que le describen, pero
he comprobado que nunca llegare a ser como usted y he venido aquí a diario
pensando lo que debía hacer y creo que lo he decidido, como no puedo ser comió
usted entonces abandonare enseñanza. Y
dicho esto bajo la cabeza y sollozo unos instantes más.
-
En lo que dices hay algo muy
cierto dijo el maestro al momento que el joven aprendiz levantaba el rostro y
le veía asombrado – Si, dijo el maestro, yo tampoco creo que algún día puedas
ser como yo. Aquellas palabras derrumbaron al muchacho que sintió como si un
gran muro le cayera en la cabeza.
-
Nunca serás como yo, continuo el
maestro, porque esa nunca ha sido ni mi intención ni la meta de tu discipulado,
tú no tienes que ser como yo tienes que ser tu mismo, es cierto que tengo dones
y capacidades y esas hacen de mi lo que soy, tú en cambio tienes otros dones
distintos. Nunca podrás ser lo que otra persona es porque tú eres tú mismo no
otro. He visto diariamente como tu ánimo decaía y siempre me pregunte el
porqué. Dude en momentos hasta pensar que me estaba equivocando el educarte. Y
veo que así ha sido.
No puedes anhelar ser como otras personas pues tú al igual
que los que te rodean eres único, no se puede negar que hay cosas en las que
nos parecemos. Pero los rasgos que determinan quienes somos nos hacen únicos.
No hay un discípulo que sea como tú, que hable como tú, o que tenga las mismas
experiencias que tu, eso te hace especial Único e irrepetible.
Es bueno que en la vida tengamos personas que sean nuestros
guías que nos acompañen en el caminar que nos apoyen con sus experiencias, pero
no debemos intentar vivir sus vidas sino la nuestras, todos los que te rodean
tienen mucho que enseñarte y tu a ellos pero no puedes ser como ellos debes ser
tu mismo. Lo más grande que se nos ha dado es ser nosotros mismos, de lo
contrario seriamos como las maquinas que se producen en masa pero que carecen
de espíritu.
Toma de las personas lo mejor aprende de ellas, ríe con
ellas, acepta las correcciones con
humildad pero nunca dejes de ser tu mismo solo así podrás ser verdaderamente
feliz.
El joven aprendiz miro con los ojos aun cuajado en lágrima
a su preceptor. Y este le dijo como para cerrar la enseñanza de aquel día.
Nunca serás como yo, serás mejor que yo si logras ser tu
mismo. Se abrazaron por largo rato y luego se quedaron en silencio contemplando
el atardecer en lo más profundo del bosque.
Escrito Por:
Diacono Rafael Marín
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