Todos estamos heridos pero, para ser
sinceros las heridas más grandes que hemos recibido no vienen de fuera sino de
dentro esas grandes lesiones que
cargamos no las hemos causado nosotros mismos. Debido a la presencia del pecado
en nuestras vidas.
Como diría El Santo Cura de Ars “El
demonio es un gran perro encadenado, que acosa, que mete mucho ruido, pero que
solamente muerde a quienes se le acercan demasiado”; por lo tanto las
veces que hemos sentido el peso del pecado, que nos hemos ensuciado, que hemos
caído no ha sido por culpa de nadie salvo de nosotros mismos. Pus nos acercamos
demasiado al tentador
Aunque el demonio nos incita a pecar,
la decisión final siempre es nuestra, el hace que el pecado se vea delicioso,
apetecible pero quienes caen somos nosotros. Es increíble como a veces llegamos
a acuerdos con nosotros mismos para pecar, nos hacemos permisivos, débiles y
manejables, y estando así somos presas fáciles de la tentación.
Pecar no es solo hacer el mal sino dejar de hacer el bien y cada vez que
pudiendo ayudar, ser buenos, tender la mano, brindar ayuda y no lo hacemos
entonces caemos en pecado y el Demonio nos envuelve Sin embargo la batalla no
está perdida, pues en el sacramento de la reconciliación Dios nos ha dejado el
medio con el cual podemos vencer al tentador.
Y basta con aceptar que hemos
sido responsables de la situación de pecado en la que vivimos, no se trata de
buscar culpables fuera sino de asumir con responsabilidad que hemos pecado por
decisión propia, una vez asumido el error se abre la brecha hacia la conversión
verdadera y la erradicación del pecado de nuestra vida, pero esa una guerra que
se gana batalla a batalla, día tras día, confesión tras confesión. Por lo tanto
debemos empezar de una vez.
DIAC.
RAFAEL MARIN
Te felicito. Buena inciativa para extender el Reino de Dios, Rafa. Dios te cuide
ResponderEliminargracias william saludos Y Bendiciones
ResponderEliminar