miércoles, 20 de abril de 2016

PARA SEGUIR LUCHANDO



Todos estamos heridos pero, para ser sinceros las heridas más grandes que hemos recibido no vienen de fuera sino de dentro esas grandes lesiones  que cargamos no las hemos causado nosotros mismos. Debido a la presencia del pecado en nuestras vidas.

Como diría El Santo Cura de Ars El demonio es un gran perro encadenado, que acosa, que mete mucho ruido, pero que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado”; por lo tanto las veces que hemos sentido el peso del pecado, que nos hemos ensuciado, que hemos caído no ha sido por culpa de nadie salvo de nosotros mismos. Pus nos acercamos demasiado al tentador

Aunque el demonio nos incita a pecar, la decisión final siempre es nuestra, el hace que el pecado se vea delicioso, apetecible pero quienes caen somos nosotros. Es increíble como a veces llegamos a acuerdos con nosotros mismos para pecar, nos hacemos permisivos, débiles y manejables, y estando así somos presas fáciles de la tentación.

Pecar no es solo hacer el mal sino  dejar de hacer el bien y cada vez que pudiendo ayudar, ser buenos, tender la mano, brindar ayuda y no lo hacemos entonces caemos en pecado y el Demonio nos envuelve Sin embargo la batalla no está perdida, pues en el sacramento de la reconciliación Dios nos ha dejado el medio con el cual podemos vencer al tentador. 

Y basta con aceptar que hemos sido responsables de la situación de pecado en la que vivimos, no se trata de buscar culpables fuera sino de asumir con responsabilidad que hemos pecado por decisión propia, una vez asumido el error se abre la brecha hacia la conversión verdadera y la erradicación del pecado de nuestra vida, pero esa una guerra que se gana batalla a batalla, día tras día, confesión tras confesión. Por lo tanto debemos empezar de una vez.
DIAC. RAFAEL MARIN

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